Pareciera que a la “pareja presidencial” poco le interesa “lo políticamente correcto” y transita por el Gobierno con una postura contestataria, pleitista y confrontacional. Se olvida de que su despedida de Palacio está a la vuelta de la esquina y de que en el consolidado suma una desaprobación casi general a la forma y el fondo de su gestión. La muestra tangible es que ambos andan por 12% de aprobación ciudadana.

Y es que Nadine Heredia ha encerrado a Ollanta Humala en el remolino de sus cavilaciones y lo suelta azorado, molesto, visceral, para que suba a los escenarios oficiales y arremeta contra los enemigos coyunturales con un lenguaje inapropiado, similar al de un candidato que ve fantasmas por todos lados.

Si no cómo se explica que en cada inauguración de alguna obra el Mandatario dispare a diestra y siniestra contra los partidos de oposición, principalmente el APRA y Fuerza Popular, soslayando su labor como jefe de Estado, que es explicarle a la población, con la didáctica de un estadista, los vaivenes del Ejecutivo y las medidas de interés general. Y la Primera Dama ahí, siempre a la derecha, vigilando su discurso.

“Hemos tenido que sacar el Pronaa corrupto para poner un programa real de alimentación nacional. Eso probablemente también ha roto a ciertos mafiosos que lucraban con el Pronaa, y son millones de soles”, dijo el sábado en Huánuco en clara alusión al Partido Aprista. ¿Es necesaria dicha valoración a esta altura del camino, máxime si Qali Warma hace agua por todos lados?

No vaya a ser que Humala esté diciendo lo que Nadine quiere que diga y entonces terminaría por conjeturarse la tan aludida usurpación de funciones, de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por su culpa.