La Junta Nacional de Justicia (JNJ) se ha erigido como el nuevo epicentro de la tensión política nacional pero no es más que una nueva versión de la vieja pugna ideológica entre caviares y anticaviares. Los que la defienden acusan una torpe maniobra del Congreso orientada a lograr un copamiento en el sistema de justicia que, antes, no cuestionaban. El fondo del asunto es simple: Todos quieren llevar agua para su molino. La justicia es justa, para algunos, si es que quienes la ejercen piensan como ellos, actúan como ellos y tienen los mismos enemigos que ellos. Así, cuestionan al actual TC porque no es funcional a sus intereses y lapidan a la fiscal de la Nación porque, claramente, les resultó en las antípodas ideológicas. En estos casos, la cacareada institucionalidad y el quiebre constitucional que reclaman para la JNJ no valen ni un comino. Es decir, la JNJ tiene todo el derecho de destituir a Patricia Benavides pero el Congreso -pese a la contundente claridad del artículo 157 de la Constitución- no puede atreverse a tocar ni con el pétalo de una rosa a la impoluta JNJ. El Parlamento, lo sabemos, es una cueva de sapos y culebras, pero es lo que se eligió y es esa la escabrosa dimensión de la democracia que hay que respetar. No se debe sesgar el discursos porque conviene. ¿Qué no hay falta grave? Probablemente en algunos aspectos como el comunicado defendiendo a Zoraida Ávalos no la haya y sea, en el fondo, un pretexto excesivo pero habría que preguntarse si no tiene fundamento la denuncia de una llamada de tres integrantes de la JNJ al presidente del PJ, Javier Arévalo, como mecanismo de presión para favorecer a la misma ex fiscal de la Nación. Hay que tener en cuenta que el propio Arévalo no lo ha negado y solo haría falta levantar el secreto de las comunicaciones. Hay allí serias sospechas que se deben investigar y descubrir porque los dueños de la verdad no son los políticamente correctos ni los supuestos principistas del orden jurídico. No olviden que con esa misma vehemencia defendieron a Alejandro Toledo, Susana Villarán y a Martín Vizcarra.