Según la Biblia, Mateo 14:6, Herodes Antipas, el líder de Galilea, entregó en una bandeja a su esposa, Herodías, que se lo había pedido, la cabeza de Juan el Bautista -considerado santo o el último de los profetas- porque este había criticado su boda con Herodes y ejercía una gran influencia sobre el pueblo de Galilea. El relato bíblico, salvando distancias geográficas e históricas, puede ser considerado una metáfora de lo ocurrido con la fiscal de la Nación, Patricia Benavides. Ha entregado su cabeza, en bandeja de plata, a los caviares tras ser considerada una heroína por su histórico rol en la vacancia de Pedro Castillo. Por ahora, y quizá por mucho tiempo, será difícil entender qué pasó con la actuación de Benavides en la Fiscalía de la Nación y la interminable cadena de errores que la llevan, indefectiblemente, al camino de la destitución. Desde la separación de la fiscal Bersabeth Revilla -que investigaba el caso de su hermana, Enma Benavides-, hasta la destitución de Marita Barreto, entre gallos y medianoche, pasó mucha agua bajo el puente. Contrató a deplorables asesores como Jaime Villanueva y cayó en la presuntamente delictiva actuación de pactar con “Los Niños” para interceder en la elección del defensor del Pueblo, la destitución de Zoraida Ávalos y la destitución de la JNJ. ¿Se emborrachó de poder? ¿Aspiraba a ser candidata presidencial? ¿Se sentía intocable? Cualquiera fuera la razón, trapeó el piso con una institución como la Fiscalía de la Nación cada vez más dañada por los apetitos políticos y los bandos ideológicos en pugna. Porque Zoraida Ávalos no es una santa y Rafael Vela Barba y José Domingo Pérez no son tampoco dos monjes budistas. Cada vez más, el Ministerio Público se mueve, como un títere, en función de quien maneja los hilos de su jefatura. Por ahora, Benavides le hizo un favor a sus detractores y ha entregado su cabeza, aún expulsando el humo de sus incomprensibles desatinos, al sector que detestaba y que ha tenido un histórico predominio sobre la justicia. Por eso ahora, detrás, rugen los leones de siempre mostrando sus colmillos hambrientos de poder.

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