El cambio de piel que ha querido mostrar Keiko Fujimori a lo largo de su campaña, tratando de mediatizar las críticas a su padre con posturas que parecían buscar una renovación de cuadros y de ideas en el fujimorismo, parece no haberse entendido al interior de Fuerza Popular, como cuando la cabeza de lista al Congreso Alejandra Aramayo se despachó por la libre justificando el autogolpe del 5 de abril y poniéndose la camiseta del dictador argumentando que “la gente lo apoyó”; es decir, sacó la franela y quiso ser más “keikista” que Keiko. Lo que le valió un severo llamado de atención y al parecer le han dado su “estatequieto”.

O los sucesos de hace unos días, en que tres de los más altos representantes se enfrentaron a golpes e insultos a un grupo de contramanifestantes que recibieron con carteles nada gratos a la candidata en el aeropuerto de Arequipa. Joaquín Ramírez, congresista fujimorista; Ana Vega, miembro del CEN; y Pier Figari, responsable de logística en la Ciudad Blanca, echaron por tierra todos los esfuerzos por lavarle la cara a un partido que está estigmatizado por sus actitudes dictatoriales.

Lo cierto es que Arequipa no ha sido nunca un bastión fujimorista; si no, recordemos la estruendosa silbatina que recibió Alberto Fujimori en el estadio de Arequipa en su inauguración y que tuvo que salir disparado con cara de pocos amigos; y, claro, Arequipa fue marcada por la cruz que nos puso el expresidente cerrándonos el caño de los recursos para esta región.

Arequipa no olvida y los candidatos al Congreso por esta agrupación no tendrán el camino fácil.