Se nota el esfuerzo por hacer de la polémica sobre el resguardo policial la primera desavenencia sobre el Ejecutivo y el Legislativo. Es que se mueren de ganas, son aquellos que dicen “querías nuevo congreso, allí tienes tu congreso”. Toman distancia, jamás un “nosotros” porque el populismo viene de los demás.

Si el ministro del Interior se fue de boca, la salida salomónica es lo menos populista que hay: ni para ti, ni para mi. Congresistas y ministros sin resguardo policial, que con el ejemplo se predica. Nada de policías, si quieren guardaespaldas y choferes que se los paguen ellos mismos, que ya suficientes problemas tenemos con la inseguridad ciudadana para que los pocos policías que hay anden de mandaderos de funcionarios públicos.

La opinión publica aplaudirá igualmente porque mientras estos se pasean con enormes escoltas y patrullas, el ciudadano de la calle, el que paga sus impuestos, es asaltado o baleado en cualquier esquina. Fracasado el intento de convertir en crisis el reciente cambio de ministros, lo único que ha quedado claro, una vez mas, es que el gobierno de Vizcarra es torpe para decidir y reaccionar porque hasta de su propia sombra se asusta.

Y que, por fortuna, el cierre del congreso y la lucha contra la corrupción (en la que el trabajo no es suyo sino del Ministerio Público y el Poder Judicial) le ha dado suficiente techo a un gobierno que no tiene partido, bancada, ni congresistas. De manera que echarle la culpa al presidente de una crisis en el gabinete o del retiro de custodias policiales a congresistas, ya no funciona como mecanismo para desacreditar al régimen, por el contrario, ese argumento se ha volteado contra quienes abusan de su uso.

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