En las últimas horas los peruanos hemos conocido el contenido de los mensajes con los que era extorsionada la madre del futbolista Paolo Guerrero, quien ante el temor de lo que le pueda suceder a su familia, ha optado por dar marcha atrás para no jugar en la Universidad César Vallejo y vivir en Trujillo, una ciudad que lamentablemente se ha convertido en la capital del delito no ahora, sino hace al menos década y media, tiempo en que todos los gobierno han preferido mirar a otro lado y no afrontar el problema.

Hoy el país siente rabia e indignación por lo que sucede con el ídolo de ídolos del fútbol peruano, cuya familia está en la mira de un semianalfabeto que se esconde en el cobarde anonimato para exigirle el dinero que se ha ganado con su esfuerzo y talento que todos hemos celebrado. Sin embargo, ese tipo de mensajes son desde hace años la pesadilla de empresarios, emprendedores y ciudadanos de a pie, y sus familias, que viven a merced de bandas de extorsionadores.

Los que están bajo la mirada de estos criminales no son necesariamente personas de dinero. Las extorsiones apuntan hasta a choferes de micros, combis o mototaxis, o productores y vendedores de artículos de cuero. Ni qué decir de los bodegueros, ferreteros y demás ciudadanos que se ganan a vida de forma honesta. Y si no pagan, corren el riesgo de ser asesinados por algún sicario enviado por estas bandas criminales que no entran en juegos, como ya lo han demostrado a balazos.

Hasta ahora nadie sabe qué hacer con la violencia en Trujillo. Desde Lima declaran el estado de emergencia que al menos en la capital se ha visto que no funciona, mientras que en la capital liberteña el gobernador César Acuña, irónicamente dueño del club en el que iba a jugar Paolo, vive en un mundo paralelo, al extremo que el año pasado la autoridad regional no gastó un centavo del presupuesto con que cuenta para proteger la seguridad de los ciudadanos. Quizá no tuvo tiempo por andar de vacaciones en Europa.

Ojalá que ante la exposición que está teniendo ahora la violencia que agobia a Trujillo a raíz del penoso caso del delantero de la selección de fútbol, se tomen acciones decididas y efectivas contra la criminalidad, que vayan más allá de la foto y el ruido mediático. Hoy en teoría las Fuerzas Armadas están colaborando con la seguridad en la capital liberteña, pero sería bueno preguntaros qué podrá hacer la tropa y sus armas, ante amenazas y exigencias de dinero como las que padece Guerrero. En verdad, muy poco.

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