La reina Isabel II ha fallecido este jueves 8 de septiembre en Balmoral, Escocia. Curiosamente, justo un año y seis meses después de su marido, el príncipe Felipe de Edimburgo, que murió el 9 de abril de 2021, a los 99 años. Su ausencia terminó haciéndola más presente que nunca para el mundo. Los medios se volcaron a la cobertura su fallecimiento. Y es que su figura llegó a ser descomunal, incluso con sus esfuerzos de discreción. Históricamente, conforma ya el triunvirato de reinas británicas más importante de todos los tiempos, junto a la reina Isabel I y la reina Victoria, acaso las más trascendentes monarcas británicas de todos los tiempos.

Estuvo al mando por 70 años de la monarquía. Tenía 25 años cuando asumió el reinado ante la súbita mu erte de su padre, que la tomó en una gira por Kenia. Fue educada en su casa por maestros privados. Su padre ascendió al trono en 1936 tras la abdicación de su hermano Eduardo VIII. Su coronación en 1953 fue la primera en ser televisada. La mayoría de británicos no ha vivido un cambio de monarca. Vio pasar a 15 primeros ministros del UK y se reunió con 13 presidentes de EEUU y numerosos Papas.

Su hijo, el mediático príncipe de Gales, se convirtió en Carlos III apenas falleció Isabel II y formalizó ayer su proclamación en el St James’s Palace de Londres, teniendo entre los asistentes a la totalidad de ex primeros ministros británicos vivos. Lo que de aquí ocurra en adelante es un misterio. Al menos, empezó bien cuando llegó ayer al Palacio de Buckingham, saludando directamente a su pueblo. En adición, llega su reinado en un momento difícil para el Reino Unido, prácticamente en un escenario de guerra y crisis económica que deberá sortear. Todo esto, naturalmente, bajo la sombra omnipresente de la comparación inevitable con su madre. Una comparación que será tan ineludible como infranqueable. Porque habrá muerto una reina. Pero nació un mito.