Louann Brizendine (licenciada en neurobiología por la Universidad de Berkeley, en medicina por la de Yale y en psiquiatría por la Universidad de Harvard) a través de sus libros “El cerebro femenino” y “El cerebro masculino”, explica las principales diferencias conductuales entre hombres y mujeres. Sus investigaciones concluyen, en términos generales, que existen diferencias cerebrales entre los dos sexos: el cerebro femenino, genera mayor capacidad de expresión emocional para establecer relaciones con el prójimo, mientras que el masculino esta más orientados a la acción y la agresividad. Para la investigadora, resulta discriminatorio no tener en cuenta nuestras diferencias biológicas. Ignacio Morgado Bernal, catedrático emérito de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona, señala que los hombres tienen mejores habilidades motoras y espaciales, y las mujeres mejor memoria y habilidades emocionales y mejor cognición social. Dicho esto, y existiendo tantos y tan variados estudios -como los citados- que demuestran que hombres y mujeres somos diferentes ¿no habría que tomar en cuenta estas “diferencias” cuando hablamos de “igualdad”, incluso desde el progresista “enfoque de género”?.

El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha señalado que la igualdad de “género” es un derecho humano fundamental y que es imprescindible para lograr sociedades pacificas, capaces de desarrollarse de forma sostenible y se refiere a la labor de alcanzar plena igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Entonces, si entendemos claramente que las mujeres no podemos luchar para parecernos a los hombres, ni los hombres para parecerse a las mujeres, debemos partir de una premisa clara: que nuestra concepción biológica nos hace diferentes y nos dota de diferencias que marcan muchas veces, incluso, nuestras preferencias y nuestras elecciones sociales, profesionales y demás, y que, una cosa es aparejar los derechos a las mismas oportunidades, con un justo fortalecimiento de la libertad de elección, y otra muy distinta es la de pretender que las mujeres tengamos que convertirnos en hombres para lograr este fin. En mi opinión, una cosa es promover la igualdad de oportunidades, deberes y derechos de hombres y mujeres, en una sociedad libre y equilibrada, y otra muy distinta abordar un cambio radical que deje abierta la puerta falsa para una redefinición de estos temas, bajo el nuevo paradigma de “Soy como me siento y no como me veo, y lo demás… es ¡pura invención!”.