Sí, hoy me baño en chovinismo. Y si alguien quiere pintarme de patriotero o cosas por el estilo, pues adelante. Bloqueo, bloqueo, bloqueo. Al diablo con que solo se trata de un partido de fútbol y no se acabará el mundo si lo perdemos. Señores, cualquier derrota frente a Chile, en cualquier terreno, duele el triple y lacera el alma (allá quienes se hacen los suecos y pretenden desligar el fútbol del corazón). Es el enemigo a vencer. Y esta tiene que ser la tarde en que, finalmente, le metamos el dedo a la historia de resultados y la cambiemos a nuestro favor. Por qué no. Quién ha dicho que tenemos que ser los eternos perdedores. Llegó la hora de ganar en corral mapocho, de tomar Santiago con las armas que da un buen juego.

El “sí se puede” que retumba en el imaginario colectivo es un teorema totalmente demostrable. Allí está Franco Navarro para refrendarlo. De pie lo aplaudieron en 1985 cuando le hizo un golazo a Chile en el propio Ñuñoa. Lástima que no fuese un encuentro oficial, por puntos. Hoy tenemos al guerrero Paolo, que no se chupa ante nadie y aparece como el Miguel Grau redentor del balompié peruano. O a Carlos Zambrano que, mismo Andrés Avelino Cáceres, cierra su área de acción y expulsa a los invasores con una destreza asombrosa.

Atento, Ollanta Humala: Un país se hace grande cuando es consciente de lo que falla, lo corrige y sale adelante. Ricardo Gareca transitó este sendero con la selección. Llegó, hizo crecer a los enanos (Cueva y Sánchez, por ejemplo), acabó con el circo establecido, apeló al amor propio del equipo y las loas a su trabajo empiezan a caer de todos lados. César Luis Menotti dice que la blanquirroja, con el “Tigre” como entrenador, reencontró su ADN, volvió a jugar y volvió a ser Perú. Y el flaco pisa su pelota, como todos sabemos.

Hasta Claudio Pizarro ha recobrado balas y, con la cinta de capitán en el brazo, filosofa que tiene deberes sagrados que cumplir y que los cumplirá hasta quemar el último cartucho. Le tomamos la palabra.

Por lo demás, Perú, como nación, siempre fue más que Chile. Y el que diga que no… tiene rotas las ilusiones.