No hay justificación alguna para la agresión física cometida contra la presidenta Dina Boluarte, a la que en este espacio y este diario hemos criticado muchas veces por las deficiencias de su gobierno y los chanchullos en los que anda metido su hermano Nicanor, quien tiene mucho que explicar. Sin embargo, lo visto en Ayacucho el sábado tiene que ser condenado con energía, pues la mandataria, guste o no, personifica a la Nación y está donde está por votación popular y al amparo de la Constitución.

Bajo ningún punto de vista se puede justificar que en un Estado de derecho, las disconformidades, malestares, críticas y diferencias, se arreglen con agresiones físicas. Si permitimos esto, entonces mañana habría que aplaudir y defender que los familiares de los fallecidos en diferentes gobiernos o durante la pandemia, salgan a atacar a golpes a los expresidentes que hemos tenido en los últimos años. Esto sería entrar al reino de la barbarie y de la “justicia” por mano propia.

Es sorprendente que haya gente, al menos en redes sociales, justificando y hasta apoyando la agresión física a la mandataria. Afirman que todo se debe a que la atacante perdió a su esposo durante la asonada violenta de inicios del año pasado contra la entonces flamante presidenta Boluarte. Si es así, entonces cerremos el Ministerio Público y el Poder Judicial, y que a la gente se le sancione por sus actos a punta de balas, golpes, patadas, jaladas de pelos e insultos. Después nos quejamos del clima de violencia en que vivimos.

La mayoría de la gente que celebra el ataque del sábado en Ayacucho es la misma que casi convierte en un “ídolo nacional” al salvaje que dio un puñete en la cara al entonces congresista Ricardo Burga, y aplaude al desadaptado que lanzó un cono de plástico en la cabeza a su colega Carlos Tubino o al que agredió con una patada voladora al exministro aprista Luis Alva Castro. Es la que luego se presenta como “políticamente correcta” y da discursos sobre decencia, paz social, tolerancia y respeto a los demás.

No hay duda que la señora Boluarte está haciendo un gobierno que además de problemas en materia económica, de inseguridad en las calles, de la presencia de ministros ineptos y de las dudosas movidas del ya célebre hermano Nicanor, también arrastra el pasivo por las muertes durante las protestas azuzadas por la izquierda, pero esto está en manos del Ministerio Público, que como pocas veces debería hacer su trabajo en forma eficiente, oportuna y sin sesgos.