El triunfo de Javier Milei en Argentina, celebrado por el espectro derechista de América Latina, puede mover la perilla geopolítica regional. Más allá de extremismos -que existieron en la campaña- políticos o mentales, el dolor que ha causado en la izquierda es ya, en sí mismo, un regalo a disfrutar por los opositores al progresismo y una hiel que el Foro de Sao Paulo, Andrés Manuel López Obrador, Lula, el dictador Nicolas Maduro y la izquierda local, incluyendo a los caviares, van a tener que tolerar en su resentida lengua por un buen tiempo. Y es que allá como acá, en el Perú, esa izquierda obtusa y trasnochada hubiese preferido que el corrupto kircherismo, que ha saqueado a ese país liderado por la ladrona mayor Cristina Fernández, mantuviera el poder solo por no ver asediada su trinchera ideológica. Por eso aquí votó por Pedro Castillo, a sabiendas de sus vergonzosas limitaciones intelectuales y su explícita simpatía con el Movadef, el socio político de Sendero Luminoso. Como siempre, su objetivo no es el país, sino no ver en el poder a Keiko Fujimori o al fujimorismo, el epicentro de sus odios. Igual que votar por un prosenderista acá, allá no les importaría nunca que las casas, los hoteles, los autos de lujo o las cuentas bancarias de una mujer que ha hecho de cogotera de la política argentina, Cristina K, siga incrementando su obsceno patrimonio solo por evitar el triunfo de los nuevos aires que amenazan su fermentada ideología. ¿Les interesa la prosperidad de un país o sus odios y resentimientos? El deseo de los cavernarios ahora es que el destemplado líder de la Libertad Avanza fracase. El mío, más allá de simpatías o antipatías, es que ordene una economía devastada por el populismo y empiece a sacar a flote a un país que el comunismo peronista arrastraba al naufragio.

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