La creciente indiferencia respecto a la democracia en América Latina, es peligrosa. Siguiendo cifras del Informe Latinobarómetro de los últimos años, los latinoamericanos demandan más democracia, pero a la vez, la apoyan cada vez menos, ¿Cómo así? En la década de los diez, el apoyo a la democracia se fue reduciendo, pero hacia el 2020 la caída parecía detenerse. Sin embargo, no son buenas noticias. La gente no es que rechace menos la democracia porque la quiera más, sino porque simplemente, ya no espera mucho de ella.

Esto es terrible porque la indiferencia es la expresión de la desilusión por una democracia que no resuelve los problemas álgidos de ciertos bolsones sociales, postergados en la pobreza, o simplemente rezagados en la escala de aprovechamiento del progreso. Esta tendencia a la desilusión sí está debidamente documentada en los informes Latinobarómetro y se revela en un incremento sostenido de once puntos porcentuales durante la década pasada.

Esta falta de convencimiento en la democracia –cuanto menos, en su versión de democracia liberal– pone en riesgo la sentencia churchileana de que la democracia era el peor régimen político con excepción de todos los demás. El elector latinoamericano, crecientemente está dispuesto a explorar otras formas de gobierno. Por ejemplo, democracias híbridas o totalitarismos democráticos, que combinen elementos de gran autoritarismo con trazas de participación democrática acotadas. No quieren gobiernos militarizados, pero incluso las democracias delegativas les quedaron cortas a los nuevos votantes de esta parte del mundo. El informe Latinobarómetro le llama “autoritarismo difuso” y constata que ha aumentado en tres puntos desde el 2018, pero además, que se incrementó sostenidamente en siete puntos desde el 2002.

La democracia liberal atraviesa su peor momento en la región. Pero lo paradójico es que sucede este deterioro en tiempos en que Latinoamérica atravesó su propia primavera democrática y un período de crecimiento económico sin precedentes.

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