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Nidia Represa (22), joven española víctima del bullying durante su escolaridad secundaria, ha publicado el libro Bajo mi piel (Ed. Galatea), en el que relata retrospectivamente sus experiencias y sufrimientos que motivaron su cambio de colegio (ABC.es Pérez-Barco 27/01/2016). En una de sus respuestas dice textualmente: “Todas las víctimas de acoso escolar sufrimos un proceso de autodestrucción, porque el acoso deja tan baja la autoestima que al final crees todo lo que te están diciendo y terminas por autodestruirte. Piensas que no eres nada, que todo lo que haces y dices está mal. Es cuando te preguntas ‘¿para qué estoy aquí?, ¿por qué vivo?’”.

En mi opinión, el objetivo primordial de la escuela, la formación docente y las evaluaciones ministeriales debiera ser estimular la convivencia armoniosa entre alumnos, su autorregulación y formación de una ciudadanía activa -para luchar contra el abuso y la injusticia, por ejemplo-, así como el cultivo del razonamiento profundo poniendo en juego los valores y argumentos éticos.

Si así fuera, tendríamos realidades personales y sociales de alumnos muy distintas a la de aquella que obtenemos cuando se plantea que lo único que importa para tener éxito en la escuela es tener logros en matemáticas, ciencias y lectura.

Sus egresados producen una sociedad en la que hay demasiados adultos individualistas, egoístas, discriminadores, intolerantes, acosadores, transgresores de las normas de convivencia social que tanto se critica y lamenta hoy en el Perú.

No hay forma de educar hacia la discriminación y obtener adultos que sean inclusivos.

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