La izquierda, los alineados con la izquierda y el antifujimorismo que votó por Pedro Castillo siguen empecinados en bajarse al gobierno de Dina Boluarte. Lo hacen no por las muertes durante las protestas, que finalmente son un pretexto, ni por un tema de gestión política o casos de corrupción en el régimen. La verdadera razón de su guerra encarnizada es el rencor que los sobrevive por la pérdida del poder. ¿A quiénes alcanza este dolor? Sin duda, a la mayoría de votantes de Castillo y a los medios de comunicación que lo defendieron. No hace falta dar nombres, todos los conocemos. La lista puede ser larga pero en ese grupo destaca la banda de desalmados obsecuentes con el poder que el golpista se forjó en el Congreso con el objetivo de perpetuarse en el poder.

La próxima votación para suspender a cuatro de ellos, Raúl Doroteo, Jorge Luis Flores Ancachi, Elvis Vergara y Darwin Espinoza, desnuda la impronta inmoral que cobija a estos legisladores de Acción Popular. Hay ahora toda una estrategia para salvarlos de la suspensión que recomienda la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales y el levantamiento de sus fueros que impediría que puedan continuar siendo investigados por la Fiscalía. Es altamente probable que sean sancionados por la Comisión Permanente pero las opciones son remotas en el pleno donde toda una guardería, en la que existen “Niños” de todas las bancadas, incluida la de Fuerza Popular, está dispuesta al blindaje descarado y la protección indiscriminada. Son del Club del Rabo de Paja y no habrá crítica pública ni cuestionamiento periodístico que los haga retroceder. La posibilidad de perder la inmunidad que los blinda de sus fechorías sería suicida para un grupo de desalmados sindicados de vender sus votos a cambio de gollerías. Son, igual que Castillo, una vergüenza para el país, una miseria del sistema y los más genuinos representantes de la debacle de la moral pública. Con desvergüenza, sin duda alguna, cuando llegue el caso al pleno, “Los Niños” votarán por proteger a “Los Niños” llevando la imagen del Congreso a niveles de alcantarilla. La inmunidad parlamentaria se ha convertido en el escudo con el que el delincuente tiene derecho a defenderse. Ese es el patético Parlamento que tenemos y será difícil que esa protección pueda ser derogada porque quienes tienen que hacerlo son los que la Fiscalía investiga como presuntos delincuentes.