Los coletazos de la supuesta transformación política de Keiko Fujimori exhibida en la entrevista en Harvard aún dan vueltas entre los analistas políticos y todo indica que esta vez la hija del dictador está dispuesta a ganar las elecciones por encima de la enorme mochila que carga y que no está dispuesta a dejar, porque eso le significaría tener que aceptar que su padre es un corrupto y que ella es producto de esa década infecta que la introdujo a la política envuelta en la miasma de la corrupción generalizada de ese gobierno.

Y claro, aunque ella es una chica aplicada que hace su tarea y calcula todos sus pasos con cuidado, es evidente que camina en un campo minado, donde la sombra de su pasado la perseguirá hasta el fin de sus días. En medio del revés político y judicial que sufrió Nadine Heredia con el tema de sus agendas y la decisión del Tribunal Constitucional, Keiko Fujimori salió, con aires de jefa de Estado, a exigirle al Presidente que “separe del cargo” a la Primera Dama; y claro, la bomba le estalló en la cara, porque no hubo mucho que esperar para que le recordaran la forma en que su padre “separó del cargo” de Primera Dama a su madre, tras someterla a torturas psicológicas y físicas.

La campaña será un largo recordaris para la candidata del neofujimorismo, a menos que ella haga un claro deslinde y acepte que no son “errores” los delitos cometidos por su padre y que la sociedad con Montesinos no fue producto del engaño, sino que fue parte de una banda que se alió para delinquir.

Cosa que no hará.