Mientras muchos peruanos en el norte del país luchan por su cuenta para mantener de pie sus casas, colegios y negocios afectados por las lluvias, la clase política no solo le da las espaldas sino que cumple otra agenda en la que lo más importante son sus intereses personales. Andan ciegos y sordos a los llamados de solidaridad de nuestros hermanos que sufren las consecuencias de los desastres naturales, atentos solo a sus apetitos económicos y de poder.

Lo ocurrido con la congresista Rosío Torres, denunciada por apropiarse de parte de los sueldos de sus trabajadores, solo confirma que algunos eligen hacer su festín, incrementando sus ingresos como sea, en una clara señal de corrupción.

Decir que la parlamentaria, quien increíblemente pertenece a la Comisión de Ética, lo más pronto posible explique su conducta al país o que debe ser investigada por las presuntas irregularidades, suena a condescendencia. Creemos que es como si a los ladrones solo los llamáramos “amantes de lo ajeno”.

El surgimiento de políticos que conforman asociaciones delictivas debe ser combatido con la fuerza de la ley. No más congresistas que usen su cargo para percibir comisiones o prebendas.

Por cierto, esto no es algo nuevo, durante varios años el Gobierno y el Congreso han reaccionado con elemental pasividad, que se parece mucho a la complicidad.



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