Escrito está que “uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”. Y, en nuestro país, el recurseo, de la mano con la inventiva popular, se encargan de ilustrar este antiquísimo proverbio atizando la costumbre de quemar la noche del 31 –con nombre y apellido– el muñeco de los personajes que incumplieron la promesa política, se fueron de boca o simplemente “pecaron” de pensamiento, palabra, obra u omisión (por su gran culpa).

El presidente Pedro Castillo no podrá correr del infierno callejero a que ha sido sentenciado por la población y ya espera turno, bien ataviado, en los patíbulos de los comerciantes de Mesa Redonda y el Mercado Central. Sus epitafios son precisos: “No más pobres en un país rico”, “Palabra de maestro” y “Nuestro mayor logro ha sido capturar a Run Run”, entre otros. Es una manera gráfica de editorializar y centrar al profesor.

Y si el Perú está muñequeado, con una sofocante inestabilidad económica y jurídica, es por la bicefalia en el poder. Vladimir Cerrón y sus piquichones quisieran estar en Palacio y Castillo Terrones tener el don de mando del exgobernador. Por eso mismo, la lectura de las encuestas y del ciudadano de a pie es que al final son una sola cosa: uña y carne. Entonces, también hay piñatas del dueño de Perú Libre que arderán en la hoguera de la desazón ciudadana. “Un Cerrón de corrupción” dice escrito a lápiz.

No he visto maniquís de Guido “Puka” Bellido, pero sería un buen input de venta de fin de año dado su funambulesco paso por la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y la facilidad para meterse en problemas, como el “solo falta que te violen” que le habría endilgado a la congresista Patricia Chirinos.