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Por Javier Masías / Fotos: Jimena Agois

Luego de mucha pompa y precedida por una larga historia de éxito, primero en Buenos Aires y luego en varias ciudades del mundo, hace unos meses llegó a Lima La Cabrera, una propuesta que he tenido la oportunidad de experimentar varias veces en su lugar de origen. Cuando se lanzó el concepto, los argentinos celebraban la atmósfera lúdica y distendida, la calidad de sus carnes de pasto, la creatividad de sus guarniciones, servidas en pocitos pequeños y la excelente atención. Lamentablemente no todo esto se reproduce en el local de Lima.

Pero vamos por partes. Empezamos con unas empanadas de carne a la manera Argentina, muy agradables. El problema es que lo que siguió hasta el final del almuerzo fue de tal medianía que no se justifican los precios de la carta: la morcilla, de calidad promedio, cuesta 25 soles; el chorizo criollo de rueda tiene una rica molienda pero vale 38; las aceitunas rellenas de almendras o parmesano no están mal pero cuestan 33, y las rellenas y empanizadas como milanesa, 35. No se trata de malos insumos, pero tampoco de nada extraordinario. Lo único que impresionó fueron las mollejas -crujientes por fuera, cremosas por dentro, como corresponde a un buen producto tratado apropiadamente-, pero el precio de 90 soles por la porción completa y 62 por la mitad resulta totalmente disuasivo. Hasta aquí, solo los riñones, en 48 soles, están en el precio correcto.

Para los cortes de carne nos dejamos asesorar por el servicio de la casa quienes nos recomendaron un bife dry aged al que quizá le faltaron unos días más de añejamiento, pues ni la textura era la que se espera en estos casos, ni se empezaban a asomar los deliciosos matices a hongo y tierra que prefieren quienes buscan estas carnes. La porción es gigante -600 gramos-, y el precio a S/. 145 no es nada descabellado, siempre que se entienda que se está pagando solo por la cantidad más que por el sabor. De manera similar nos ocurrió con el asado de novillo de corte americano, en 140, que nunca llegó sangrante ni en término medio, por más que así se pidió, quizá no por una falta de pericia del parrillero, sino porque el corte es tan delgado que es difícil controlar el paso del calor apropiadamente.

Acompañaron una serie de pequeñas guarniciones en pocitos, la firma de la casa, pero por más que intentan esforzarse con la variedad, salvo unos ajos confitados, unas cebollas caramelizadas y un par de criollas de palmito y de zanahoria, todo redunda en un abuso de mayonesa. Sobre el vino, hay una carta amplia, con ejemplares en su mayoría argentinos de malbec y cabernet sauvignon, como cabría esperar, pero no parece que hayan sido escogidos bajo el criterio de la calidad, y en cuanto a vinos por copa, donde debería haber un par de opciones, ofrecen solo tintos y blancos de Nieto Senetiner, inexplicablemente. El servicio es muy bueno en todo momento, pero ya sabemos que en Perú eso no basta, y menos en Barranco, donde se concentran tantas alternativas mejores de parrilla y carnes. No lo recomiendo.

La Cabrera. Av. Grau 1502, Barranco. Telf. 2528125. Lunes a sábado de 12h00 a 1h00 y domingo de 12h00 a 18h00