Son incontables las veces que he oído a alguien decir “todo esto es culpa de Vizcarra”, o “nada de esto hubiera pasado si Alan estuviera vivo”. Con ‘esto’ me refiero a la actual situación de la política en el país; gobernados por alguien que llegó al poder llamándose leninista-maoísta, y cuyos siguientes pasos aún resultan imposibles de descifrar. La verdad es que es un sinsentido intentar buscar culpables. Nuestro país se resume en un sancochado de coyunturas críticas que nos llevan al día de hoy.

Sin embargo, sabemos que el pasado no se puede cambiar y esa discusión no es la que deberíamos estar teniendo. Más bien, pensemos, ¿cómo cambiar el futuro?

Para empezar, tenemos que dejar de maldecir a quienes percibimos culpables por estar en donde estamos. Estamos acá y es lo que hay. Luego viene la parte difícil. La parte que implica construir, dialogar, y empezar a buscar puntos medios a pesar de las diferencias. Y ahí es donde nuestros políticos tienen que dar el ejemplo.

Es una vergüenza que tengamos representantes que en un debate serio enuncien majaderías como “pero Fujimori hizo X, Y, y X”. Vamos, señores. Fujimori no es presidente de este país hace 20 años. Su hija no es presidenta de este país. El fujimorismo ni siquiera tiene la bancada mayoritaria en el Parlamento. ¿De verdad es tan relevante hablar de él a la hora de debatirlo todo?

Si hay una mayoría en desacuerdo con todos los desatinos que venimos viviendo en los últimos 100 días, entonces es hora de manifestar enérgicamente nuestra protesta y convocar a las instituciones que nos representan para tomar cartas en el asunto. En palabras de la propia presidenta del Congreso: ¡Madurez! ¡Madurez! El pasado ya pasó, pero el futuro depende de nosotros y de las instituciones que nos representan.