La semana de representación de los congresistas ha sido objeto de crecientes críticas en los últimos tiempos, y con justa razón. Lo que debería ser una oportunidad para que los parlamentarios se conecten con sus electores y aborden sus preocupaciones se ha convertido, lamentablemente, en un escenario para actividades proselitistas y manipulación política.

Un ejemplo reciente de esta desviación de propósito es el viaje de legisladores de Perú Libre a Puno, donde no solo se reunieron con militantes de su partido, sino que también aprovecharon la ocasión para lanzar arengas en apoyo al prófugo Vladimir Cerrón, quien fue condenado por corrupción. Es indignante ver cómo algunos parlamentarios, en lugar de cumplir con su deber de representar a la ciudadanía, se convierten en defensores acérrimos de  sentenciados por la justicia.

La actitud desafiante de los congresistas y sus seguidores, al proclamar consignas contra el Poder Judicial y el estado de derecho, es inaceptable. Tales acciones socavan la integridad del Congreso y generan un mayor rechazo por parte de la población hacia esta institución fundamental del Estado.

Es evidente que estos representantes electos están completamente desconectados de las necesidades y preocupaciones de sus representados. En lugar de abordar los problemas reales que enfrenta el país, optan por seguir una agenda egoísta que solo busca perpetuar sus propios intereses políticos.

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