El premier Alberto Otárola ha anunciado la expulsión del país de alrededor de 400 mil venezolanos en el marco de esta crisis migratoria que tiene su epicentro en el sur aunque la verdad es que empezó hace mucho tiempo e invade a todo el país. Demás está decir que los responsables principales no son ni Perú, ni Chile ni Colombia, sino el gorila hablante que preside fraudulentamente Venezuela, un sujeto que en algún momento debe ser condenado por delitos de lesa humanidad y que está llevando a la muerte a cientos de miles de sus humillados compatriotas. En el caso del Perú, un punto clave de este proceso fue la permisiva actitud de los gobiernos de Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra. Una mal entendida solidaridad con el sufrido pueblo venezolano llevó a abrir las compuertas de la frontera norte con una alta dosis de demagogia y descontrol. Tumbes se convirtió en una coladera por la que se filtraron personas de mal vivir, delincuentes y personas que carecían de la documentación necesaria para su ingreso. Separando la paja del trigo, es decir los sicarios y ladrones que se quedaron sin nada que robar en su país y se trasladaron con una pistola en el equipaje; la gran mayoría, los honestos y trabajadores, se introducían en un territorio con muchas carencias logísticas, de infraestructura insuficiente y servicios colapsados, y que hasta ahora se ven rebasados con el casi millón y medio de venezolanos que huyeron despavoridos del hambre y la miseria. Un país además, agobiado por la informalidad y con altos niveles de pobreza. Ni PPK ni Vizcarra pensaron en ello, no para colocar un muro en la frontera sino para que al realizar un mayor control, se presione al subcontinente a una solución global e integradora. Se necesitaba la visión de un estadista y no la de un par de improvisados de la política. Una pregunta puede consolidar la inequidad de esta diáspora y de los yerros de esos tiempos: Si el Perú no limita con Venezuela, ¿cómo fue posible que un país que sí lo hace, como Ecuador, albergue la tercera parte de lo que acoge actualmente nuestro país? Ahora Chile pretende hacer lo mismo a escala menor. No se trata de xenofobia. Ciertamente, hay un drama humanitario que rebasa nacionalidades pero también es hora de hacerse respetar.