Después del triste espectáculo de prepotencia, enfermizo rencor y polarización, el Congreso desestimó ayer el adelanto de elecciones para diciembre del 2023, demostrando una vez más que no está a la altura de los retos que el país exige en estos momentos.

Es obvio que el resultado de la votación, más allá de la calidad o no de los congresistas, expresa la atomización del Parlamento. Es lamentable que en estos tiempos que el Perú requiere de entendimiento y consenso de las principales fuerzas políticas se hace todo lo contrario.

En esta coyuntura política, en el que no se permiten más postergaciones, los congresistas siguen dilatando la solución al grave problema del país de acuerdo a sus intereses o los de sus partidos, generándose más desconcierto, confusión y malestar de los peruanos. Cuando el problema es personal  se puede resolver solo, pero cuando se trata de un país se deben conjugar ideas y proyectos, algo que no se ve en el Congreso.

No puede ser que las decisiones del Legislativos estén aprisionadas por dogmas ideológicos, animadversiones, odios y rencillas. Así hay poca capacidad de articular iniciativas legales y el consenso queda de lado. Así se demuestra que los congresistas no tienen la menor idea acerca de cómo funciona la democracia.

El Perú ha ingresado en un período crítico y si continúa la pugna puede sobrevenir un estallido social sin precedentes. Si, en cambio, se llegan a acuerdos se puede garantizar la paz.

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