Nancy Pelossi, la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, no tuvo mejor idea esta semana que aterrizar en Taiwán e incendiar la pradera al provocar a China con este acto. Más allá de que sea ella una antigua activista anti-China e incluso, de coincidencias de principios con ella en este tema, el momento no fue el adecuado para una visita con tan intenso contenido político. ¿Por qué? Porque EEUU se abrió otro frente de batalla ante otro gigante mundial, justo cuando se debate con Rusia el control de Ucrania.

Y es que en geopolítica –como en la política en general– el timing importa. Y mucho. Era una aventura ese viaje y dudo mucho que siquiera alguno de sus asesores no la haya prevenido. ¿Qué impulsó a la señora Pelossi a tan temerario viaje, entonces? Encuentro dos razones coadyuvantes. La primera, la inminente pérdida del Partido Demócrata, del control de las dos cámaras en las midterms eleccions del 8 de noviembre próximo. Visto de este ángulo, doña Nancy habrá pensado que era ahora o nunca su oportunidad de protagonizar esta visita histórica a Taiwán en un cargo de tan alta investidura como el que ahora ostenta. Su vanidad le ganó.

La segunda razón estaría en levantar la imagen del Presidente Joe Biden, quien viene dando señales incontestables de su falta de liderazgo y de peso político tanto dentro como fuera de las fronteras estadounidenses. Desairado en la Cumbre de las Américas, ninguneado por Putin a pesar de las represalias que dispuso contra Rusia y además, desconcertado con la mayor inflación que padece su país en cuarenta años, con riesgo de comerse simultáneamente una fuerte recesión. Con efectos devastadores en un país que se embarcó en una guerra que no era suya. La jugada temeraria de Pelossi buscaría mostrar a un Biden “golpeando la mesa” en el terreno internacional.

La temeridad de Pelossi para ir al salvataje de Biden puede resultar en un efecto bumerang si China aprovecha el momento y se aproxima a Rusia. Esta historia continuará

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