Vivimos en una época de grandes paradojas. Por un lado, entre las llamadas “habilidades del siglo XXI” que consideramos necesitamos desarrollar, destacan el pensamiento crítico, la creatividad, la metacognición, habilidades socioemocionales, y demás.

Por otro lado, pasamos cada vez más tiempo conectados a aparatos móviles (especialmente a los celulares) y a redes sociales en donde se ejercita exactamente lo contrario a estas habilidades. Desde que McLuhan acuñó su famosa frase “el medio es el mensaje”, hemos discutido mucho sobre cómo interpretarla.

Lo que resulta innegable, es que cada tecnología conlleva una forma distinta de estar. La tecnología de la imprenta, por ejemplo, nos invitaba a estar tranquilos, siguiendo de forma lineal una narración. La tecnología del Internet nos invita a la yuxtaposición (pantalla sobre pantalla), a saltar de una información a otra, a mantener la atención por un tiempo muy reducido.

Nuestro comportamiento lo refleja: los usuarios de smartphones tocan su celular en promedio 2, 617 veces al día (King University, 2017), y el usuario promedio de Apple desbloquea su celular 80 veces al día (unas 5-6 veces por hora si consideramos que estamos despiertos 16 horas al día). Cada vez nos cuesta más sostener la atención de manera prolongada, lo cual impacta en la profundidad del pensamiento y en la capacidad crítica.

No resulta extraño, entonces, que, de acuerdo con la última prueba PISA 1 de cada 10 estudiantes de 15 años de los países participantes puedan distinguir entre un hecho objetivo y una opinión. Es decir, 9 de cada 10 chicos de 15 años en promedio, no tienen herramientas para discernir críticamente, hacer inferencias y construir su conocimiento ().

La tecnología nos ha traído muchos beneficios, sin embargo, es importante pensar sobre los retos que plantea y los cambios que genera en nuestra forma de estar. Con consciencia podremos encontrar formas para contrarrestar esta tendencia.