Si comparamos los sistemas políticos, es tradición que cada nuevo presidente estadounidense encuentre una carta del líder saliente en el escritorio del salón oval de la Casa Blanca. En su contenido brinda un consejo sobre su experiencia en el cargo para el mejor desempeño de su sucesor. A inicios de nuestra República, el Perú cuenta con un lema poco conocido: “firme y feliz por la unión”. Una frase que aparece por primera vez en las monedas de oro de 1826 que los ciudadanos, pero especialmente los jefes de Estado, deberían recordar y tener presente como común denominador en sus mensajes a la nación y contenido de las políticas públicas.

El lema nos pide ser firmes ante el reto de construir una República para un país pluricultural y una geografía compleja para su debida conexión e integración. No se gobierna de espaldas al país; pero también se nos pide ser felices, pues, en ese camino vivimos en un territorio diverso, con riquezas naturales y lleno de oportunidades. Se trata de un testimonio que debe pasarse de un presidente a otro con la finalidad de construir una República y un mantra que convierte al jefe de Estado en su principal promotor. La victimización, el llamado a la violencia, discursos revanchistas y la división ideológica entre ricos y pobres resulta contraria a los propósitos de un lema poco conocido por los jóvenes, no practicado por nuestros gobernantes, pero necesario en la permanente tarea de edificar las bases republicanas que nos recuerdan la obra de Basadre: Perú, problema y posibilidad.