La discusión de los últimos meses se ha centrado en la ineptitud del gobierno. Claramente estamos frente a una administración incompetente, inexperta e incapaz, pero que a pesar de esto no deja de buscar un chivo expiatorio para movilizar a la opinión pública y distraer de su nula capacidad para gobernar.

La oposición, sin embargo, se está limitando a criticar al gobierno y a bloquear algunas de sus iniciativas. Esto es un problema. La oposición no puede -y no debe- definirse únicamente por oponerse al gobierno. Tiene que empezar a izar banderas como lo está haciendo el gobierno, que está buscando canalizar la insatisfacción ciudadana en iniciativas populistas: la ley anti-monopolios, el nuevo código de trabajo, y -por supuesto- la Asamblea Constituyente.

La oposición no puede solo criticar. Debe actuar, debe proponer, y -sobre todo- debe definirse. Claramente los grupos opositores se definen en contraste al gobierno, pero ¿qué defienden concretamente? ¿Qué valores, principios, y sobre todo iniciativas buscan sacar adelante? La oposición debe dejar de definirse por lo que no es, y empezar a hablar más fuerte sobre lo que sí es. Solo así los grupos opositores podrán ser una opción viable en las elecciones. Deben construir una narrativa que no solo se ampare en la incapacidad del gobierno, sino que evidencie al electorado que ellos son la mejor opción. Y deben empezar a hacerlo ya.

Pronto llegarán las elecciones regionales y municipales, y si los grupos de centro y derecha no han construido una narrativa clara sobre cómo pueden mejorar las vidas de las personas, inevitablemente veremos una victoria de Perú Libre y sus satélites. Es momento de que la oposición deje de enfocarse en estar a la defensiva, y empiece una ofensiva. Ya es tarde, pero no demasiado. Todavía hay tiempo para salvar al país de las consecuencias de este gobierno.