Cuando leí “El Tungsteno” de César Vallejo en mi clase de Literatura en secundaria en la emblemática Gran Unidad Escolar “Ricardo Palma” de Surquillo, entendí la dimensión de la presencia en el país de los capitales extranjeros en los diversos ámbitos extractivos de nuestros recursos naturales.

A pesar que la novela presenta un irrebatible afán de lucro de las empresas foráneas sin importarles los campesinos que extraen los minerales ni el medio ambiente impactado por la acción extractiva, siempre me sobrepuse creyendo como hasta ahora de que deberíamos abrirles las puertas de la Patria para promover su apuesta en la idea esperanzada de contar con su contribución tecnológica e industrializadora que no tenemos. No creo que debamos darle la espalda a REPSOL, pero sí corresponderá un gesto nacional de ira y de firmeza.

En verdad que la desidia de sus técnicos o expertos no debería imputarse a su directorio pero éstos últimos deberían asumir sin contratiempos, el activo completo de la responsabilidad por el desastre producido. Tampoco repetiré como los irresponsables y demagogos que hay que sancionar a la multinacional. No creo que deba haber sanciones, pero sí exijamos que asuma las indemnizaciones por el daño irreparable que se ha ocasionado.

La mejor manera de conservar nuestras vinculaciones con las empresas extranjeras y sus países de origen como España, con la que jamás debemos colisionar, es haciéndonos respetar pegados al derecho, que en buena cuenta serán las reglas convenidas con la multinacional que opera en el Perú. Hizo muy bien, entonces, el presidente Pedro Castillo en levantar, in loco, la voz frente al grave suceso ambiental, recordándome a Vallejo en el Tungsteno, lo que no debe asumirse como una distancia y mucho menos una ruptura con Repsol.

Estoy seguro de que su directorio debe haber jalado las orejas a aquellos funcionarios que buscando no ser guillotinados minimizaron el derrame con un desastroso comunicado. Nada de prejuicios con Repsol pero tampoco jamás vernos como ninguneados en nuestro propio país. La multinacional deberá comprender que el grave suceso en el Mar de Grau jamás podríamos pasarlo por alto por lo que en una mesa de trabajo debería asumir su responsabilidad no solamente siéndolo, como lo creo, sino además, pareciéndolo.