Los 87 votos que necesita el Congreso para vacar al presidente o llevar a cabo una reforma constitucional de adelanto de elecciones (o de cualquier tipo) no existen. El número ni siquiera se acerca a los 87.

Para empezar, Castillo tiene una bancada. Pero es importante que tengamos en cuenta que el respaldo del gobierno no solo se limita a su bancada (o a las aliadas originales). Hoy, gracias a la participación de ‘Los Niños’, que son una vergüenza nacional, ese respaldo se extiende a bancadas que inicialmente llegaron al Congreso etiquetándose como “de oposición” (como buena parte de Acción Popular y Alianza para el Progreso).

La otra alternativa que puede facilitar las cosas es lograr que uno de los cuadernos de investigación iniciados por la Fiscal de la Nación llegue al Pleno del Congreso, previa decisión al respecto de la subcomisión de Acusaciones Constitucionales, y de la Comisión Permanente, requiriéndose un número considerablemente menor de votos para iniciar un proceso con consecuencias inhabilitantes.

No estoy diciendo que el presidente tenga que ser vacado mañana. Ambas alternativas requieren de consensos que en ningún caso serán fáciles de lograr. Pero si no se inicia por los congresistas de oposición un movimiento serio para materializar alguna de estas vías, el Parlamento ni siquiera representará la sombra de un desafío para Castillo.

Para el Congreso de la República, con su ínfimo nivel de aprobación (menor aún que el del presidente), la única manera para sobrevivir a Castillo será haciéndole frente.

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