Las últimas declaraciones del expresidente Pedro Castillo desde prisión se resumen en un concepto: Sabiendo todo el Perú quién es y de qué calaña es, trata de demostrar que es otra persona. Sigue sin tomar conciencia de la grave crisis política y social a la que nos conduzco luego de intentar romper el orden democrático y atentar contra el estado de Derecho. Y que a partir de allí el país profundizó su inestabilidad y caos.

Todos hemos sido testigos que el Gobierno del golpista Castillo nunca supo adónde ir ni cómo acumular fuerzas para consolidar su gestión. Su ineptitud fue escandalosa, pero también las señales de corrupción. Al final intentó una desesperada e ilegal maniobra que lo llevó a la cárcel. Se alejó de las demandas de los peruanos y se encomendó a una carrera sin sentido contra la democracia.

Sus delirantes justificaciones de ahora solo confirman que quiere salvarse como sea, incluso tirándole barro a sus otroras acompañantes, como Dina Boluarte, de quien ha dicho es una persona calculadora y llena de maldad.

El problema para Castillo es que no tiene credibilidad. Sus palabras suenan falsas y dañinas luego de operar fuera de la ley, en su intento de tirarse abajo el sistema. Así no tiene pretextos que valgan.

Pero lo peor es haber hecho hasta lo imposible para dejar un país magullado, en total incertidumbre y desencanto, dejando en peligro la posibilidad de un mañana.

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