Si las cosas caminan medianamente bien en nuestro sistema de justicia, por lo menos se le debería abrir en el Ministerio Público una investigación por nexos con el terrorismo al expremier Aníbal Torres, quien muy suelto de huesos ha admitido que cuando era decano de Derecho en la Universidad de San Marcos, coordinó con asesinos de Sendero Luminoso la emisión de un comunicado en contra de la presencia del Ejército en esa casa de estudios que se había convertido en una guarida de senderistas.

Los que tenemos algunos años encima recordamos que en los años 80 e inicios de los 90, universidades como San Marcos habían sido tomadas por terroristas que vivían en sus claustros, interrumpían clases con sus proclamas y ensuciaban las paredes pintando sus lemas y hasta la cara de Abimael Guzmán. En la decana de América, eran los dueños de la residencia y del comedor universitario, hasta que en 1991 el gobierno de Alberto Fujimori -que hizo cosas malas, pero también buenas-, mandó a la tropa a poner orden.

Sin embargo, ahora nos venimos a enterar que una de sus máximas autoridades, nada menos que el decano de Derecho, Aníbal Torres, se puso del lado de los senderistas que por esos tiempos colocaban coches bombas y cometían crímenes atroces como los de María Elena Moyano, para cuestionar junto a los terroristas la presencia de los militares que habían sido enviados para luchar contra esa presencia tan repugnante de criminales que se amparaban en la “autonomía universitaria”.

Sin duda Torres es un “digno” ministro del gobierno del inepto y corrupto Pedro Castillo, un personaje ligado a los senderistas reciclados del Movadef desde que formó su propio sindicato de radicales con algunos que ahora incluso son congresistas. A estas alturas nadie en su sano juicio puede negar los vínculos del golpista chotano con miembros de la banda de Abimael Guzmán. Allí están Iber Maraví y todos los que entraban a Palacio de Gobierno pese a sus “explosivos” antecedentes.

Algunos han salido a defender a Torres con la historia del “terruqueo”, argumento que en su momento también usaron para blindar a Castillo. El expremier tendría que ser investigado por esa alianza que hizo con quienes usurpaban San Marcos para esconderse del brazo de la justicia y lavar los cerebros de los jóvenes con sus proclamas de odio, a fin de ponerlos de su lado y lanzarlos como carne de cañón, todo con el cuento de la “revolución” mientras Guzmán, hecho un payaso, bailaba borracho y rodeado de mujeres.