En 2016, Keiko Fujimori lideró la oposición contra Pedro Pablo Kuzcynski. Le correspondía asumirla y luego en el contexto de las heridas y resentimientos que dejó la campaña, sus graves excesos generaron una gran inestabilidad para el país, aunque nunca fue la responsable de la renuncia del expresidente.

Actualmente, la lideresa de Fuerza Popular, agobiada por sus premuras judiciales y la propia experiencia nociva con PPK, ha abandonado el rol que le compete tras el ajustado segundo lugar que, como un estigma, volvió a obtener en 2021. Por su parte, está claro que Rafael López Aliaga enfocará todas sus energías a ganar la alcaldía de Lima para Renovación Nacional, una batalla siempre difícil para la derecha, mientras que Hernando de Soto, el menos político de todos, ha retornado a sus actividades intelectuales, frenado adicionalmente por las disputas internas por la membresía de Avanza País. ¿Quién encarna entonces la oposición contra Pedro Castillo?

Por ahora, nadie. Hay un vacío descollante en el firmamento político que beneficia al presidente protocorrupto que literalmente ha hecho de Palacio su chacra. Esa notable ausencia ha ocasionado que escándalos mayúsculos como las reuniones del presidente con Samir Abudayeh o Karelim López o el hallazgo de 20 mil dólares a 15 metros del Despacho Presidencial hayan pasado sin grandilocuencias por el aro político de la oposición.

Son hechos graves que no solo deben quedar en el ámbito de la investigación fiscal o la alerta efímera de algunos voceros del Congreso. Alguien debe llenar ese vacío y pronto. Se le está regalando al inepto jefe de Estado el espacio para avanzar con sus negocios sórdidos, la degradación del aparato estatal, el desfalco de las finanzas públicas y la poca institucionalidad que aún queda. Se busca a un líder que se enfrente, pronto, a esta expoliación.