Sin duda el cargo de ministro del Interior debe ser uno de los más complicados y expuestos a la crítica en un país como el nuestro aquejado por violencia, los asesinatos, los robos y las extorsiones. Sin embargo, el desempeño del actual titular de esa dura cartera, Víctor Torres, es lamentable, al extremo que el miércoles último no fue a la ceremonia de toma de mando del nuevo comandante general de la Policía Nacional, general Víctor Zanabria, que él mismo nombró pasando por encima de la ley.

Es la primera vez que un ministro del Interior está ausente en una ceremonia de toma de cargo de un comandante general, quien se ha tenido que reconocer a sí mismo, pues no tuvo su superior jerárquico para que lo haga. Sin duda no quiso dar la cara ante el destituido general Jorge Angulo, quien con razón se ha quejado públicamente por la ilegalidad de su salida a través de una resolución en la que se le acusa hasta de temas políticos que son de competencia del Poder Ejecutivo, y no de un jefe policial.

El que ha debido irse tras los sucesos de Ayacucho, e incluso una vez que dos escoltas de uno de los hijos de la mandataria fueron asaltados y despojados de sus armas mientras hacían una siesta en pleno servicio, es el ministro Torres. Su responsabilidad política en estos hechos, más allá de la violencia callejera que no logra ser controlada, es evidente. Pero en lugar de dar un paso al costado, usó estos lamentables hechos como pretexto para echar al jefe policial con que tenía diferencias.

En medio de todo esto, sería bueno saber qué papel cumple acá la presidenta Dina Boluarte, quien ha firmado una resolución que ni el propio ministro Torres ha sabido explicar ante la Comisión de Defensa del Congreso y en la que entre otras cosas se admite el fracaso de los estados de emergencia establecidos en algunos distritos de Lima, una medida que la propia mandataria dispuso en uno de sus viajes al exterior y que su gobierno se ha esforzado por defender a pesar de las críticas.

La inseguridad en las calles es un tema muy delicado por la simple razón que todos los días cobra vidas. Pese a eso, el asunto es tratado con una ligereza que realmente preocupa, si vemos que un ministro del Interior no asume responsabilidad política alguna y echa a un jefe policial porque tienen diferencias personales, y la jefa del Estado firma una resolución que parece que ni leyó bien. ¿Así vamos a acabar con los asesinos, secuestradores, ladrones y extorsionadores?

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