El recluso Pedro Castillo se graduó ayer de caradura al afirmar durante una audiencia que desde el día que dio el golpe de Estado está “secuestrado” e “incomunicado”, cuando es claro que este sujeto que pretendió cerrar el Congreso y adueñarse del sistema judicial que le respiraba en la oreja por sus actos de corrupción, está bajo un régimen carcelario previamente establecido por la autoridad penitencia, que hasta la ideologizada Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha verificado y no le ha encontrado objeción.

Castillo debería saber que su “proclama” del 7 de diciembre la dio desde Palacio de Gobierno y en su condición de jefe de Estado y jefe supremo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, por lo que no eran palabras lanzadas al viento. Lo suyo fue un quiebre constitucional que para bien del país no contó con el apoyo de militares ni policías que, además de sus convicciones democráticas, sabían muy bien que esa absurda aventura golpista les podía costar 15 o 20 años en la cárcel a cambio de nada.

Pero Castillo ayer fue más allá, pues también dijo que su situación jurídica ha sido “orquestada a través de una fiscal que no tiene tesis”, en alusión a la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, quien en efecto tiene asuntos que aclarar respecto a su grado académico de doctora. Sin embargo, frente a estos temas el golpista de Chota tiene un inmenso techo de vidrio, ¿o es que ya no recuerda la “investigación” escandalosamente plagiada con la que sacó su diploma de magíster en Educación en una de las universidades de César Acuña?

Como ha sido su costumbre, el golpista ha aprovechado la diligencia judicial para victimizarse e insistir con su ya trillado argumento de que lo echaron del poder porque pretendió que las grandes empresas paguen más impuestos, se revisen los contratos ley y haya una asamblea constituyente, cuando lo único cierto es que fue vacado y encarcelado por darle una patada a la Carta Magna y romper con la separación de poderes, en momentos en que huía a asilarse en la Embajada de México.

Los peruanos no podemos permitir que este sujeto se burle de nosotros al mostrarse con cara de pobrecito y de “yo no fui”, cuando todos conocemos su faceta no solo de golpista, sino también de presunto cabecilla de una red criminal que según el Ministerio Público, se enquistó en el aparato estatal desde el primer día para saquearlo en compañía de todo un séquito de personas que ahora tienen cuentas pendientes con la justicia. Allí tenemos a Bruno Pacheco, Juan Silva, Geiner Alvarado, Fray Vásquez y otros de triste recordación.

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