La Sala Plena de la Corte Suprema se reunirá hoy para evaluar la decisión del Congreso de inhabilitar de la función pública a la ex fiscal de la Nación Zoraida Ávalos y que pueda ser sometida a una investigación penal. No se sabe, hasta este momento, a santo de qué el Poder Judicial, impulsado por César San Martín, busca intervenir en una decisión que le compete a otro poder independiente como el Congreso de la República. El tema de fondo es si Ávalos cometió una aberración jurídica o rehusó sus funciones al iniciar una supuesta investigación a Pedro Castillo, la cual iba a quedar congelada hasta el final de su mandato. Es un tema debatible y hasta podría decirse que hay razones válidas desde quienes consideran que el acto constituye un abuso o un exceso. Lo que no puede afirmarse, no obstante, es que sea inconstitucional o ilegal como lo fue, por ejemplo, la denegación fáctica de Martín Vizcarra que estos mismos sectores aplaudieron con un inusitado entusiasmo y que el Tribunal Constitucional acaba de deslegitimar. En la asonada vizcarrista, ¿no hubo un intento de tomar instituciones desde un poder que actuó con impunidad? El tema sigue siendo la óptica con la que un sector opina sobre casos similares, según su conveniencia. En otras palabras, el doble rasero. Los ejemplos abundan. Nadie se inmutó cuando la JNJ destituyó a Pedro Chávarry como fiscal o levantaron una ceja en el momento que el Congreso lo acusó constitucionalmente, en junio del año pasado, precisamente por una denuncia presentada por Zoraida Ávalos. Las vueltas que da la vida. Ahora esta toma de su propia medicina y también lo hacen los que admiraron a Vizcarra y a Salvador del Solar en el salvaje golpe de Estado acometido, con una figura legal inexistente y jurídicamente aberrante, y que son los mismos que consideran que Francisco Sagasti asumió la presidencia de manera constitucional pero Manuel Merino de Lama es un golpista pese a que ambos usaron, exactamente, la misma figura. Avanzaría el país si la indignación no fuera tan selectiva desde el sector que se enerva cada vez que pierde el control institucional que suele mantener.

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