El presidente del Poder Judicial, Javier Arévalo, ha sido protagonista de un par de hechos esta semana, los cuales llaman la atención porque han expuesto a un personaje que parecía ejercer el cargo con la dosis de seriedad que este exige. Primero, reveló a la Comisión de Justicia que ningún miembro de la Junta Nacional de Justicia lo había llamado para presionarlo -como denunciaron dos medios de comunicación- con el fin de que la Sala Plena de la Corte Suprema se pronunciara a favor de la destituida fiscal Zoraida Ávalos. Con una enrevesada explicación gramatical, intentó justificar un silencio cómplice bajo la frase “al presidente del PJ nadie lo presiona” cuando bien pudo haber dado fin a una novela de la que se creía el actor principal. El segundo lamentable episodio protagonizado por el vedetismo de Arévalo es su pública queja contra el ministro de Economía, Alex Contreras, por no darle a su institución el presupuesto que quiere para el 2024. Luego de tildar de “migajas” lo ofrecido, en la Comisión de Presupuesto pidió al Congreso que censure a Contreras dejando explícitas sus ínfulas de reyezuelo y sacando a la luz el ego oceánico que muestra si tiene al frente a medios de comunicación. Con rigor y sin adjetivos, el MEF ha lanzado en el rostro de Arévalo el guantazo frío de las cifras que maneja sobre el PJ y señalado que el presupuesto 2024 es superior en 14% al promedio de los últimos años con S/3 646 millones pero que el arlequinesco Arévalo había solicitado más del doble: S/7 200 millones. Por si fuera poco, el MEF informó de la obscena intención de Arévalo de otorgar una bonificación de S/10 mil a jueces que en promedio ganan S/13 665 y pueden llegar a los S/43 117 constituyendo los ingresos más altos de la administración pública. Lo que avergüenza e indigna es el sempiterno objetivo de lucrar a base de la mamadera del Estado, peor aún cuando estamos al límite de quebrar el orden fiscal. Arévalo se ha teñido de otoronguismo y con la misma desfachatez del Congreso, quiere más recursos públicos para su festín de sueldos con hora loca de derroche. A ver si alguna vez algunos personajes prescinden de lo estrambótico y gramaticalmente aprenden lo que significa el sustantivo austeridad.