Los eventos de los últimos meses nos tienen en una montaña rusa emocional.

El psiquiatra infantil Patrick Ben Soussan, señala que las personas tenemos dos miedos esenciales: “el miedo a crecer…a lo desconocido, a perderse…y el miedo a perder al otro…a la separación.” Estos miedos, se sienten con una gran intensidad en la primera infancia. De hecho, el primer momento donde se experimentan es el nacimiento, cuando, de pronto, nos separan de nuestra madre.

A veces olvidamos que los niños sienten emociones muy intensas desde muy pequeños, y que, para poder procesar todas estas grandes emociones, necesitan ser acompañados con empatía por los adultos. Sabemos que no se puede dar lo que no se tiene. Entonces, acompañar emocionalmente al niño se vuelve una misión imposible cuando los grandes no hemos sido acompañados en nuestra propia infancia.

Los cambios en la forma de criar y la pedagogía son lentos y dolorosos, porque, para bien o para mal, tendemos a tratar a los demás como nos trataron a nosotros. Requiere mucho trabajo consciente, transformar nuestra forma de relacionarnos con los demás, porque, la forma en la que nos trataron, se convierte en la forma en la que nos tratamos a nosotros mismos. Para cambiar esto, necesitamos reflexionar sobre nuestra propia experiencia.

¿Qué pasó conmigo, cómo sentí que me acompañaron de niño? ¿Cómo están influyendo todas estas experiencias mías en mi forma de acompañar a este niño hoy?

Para acompañar a los niños, tenemos que acompañarnos a nosotros mismos. Y este es uno de los grandes regalos que los niños nos traen. Encima, vienen con una gran solución o herramienta: el juego. Es a través del juego que los niños transforman, dominan y se liberan de sus miedos, fantasmas y emociones difíciles. Aprendamos de ellos y juguemos juntos, recuperando nuestra propia capacidad de crear y transformar

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