A veces pienso que el alcalde de Arequipa Alfredo Zegarra Tejada se esmera en hacer las cosas mal y al champú, según su estado de ánimo o su inexplicable capricho. Ahora convertido en el dueño del Centro Histórico de Arequipa, ha ordenado que cuatrocientos vigilantes rodeen el centro para evitar que las hordas de jóvenes ebrios que festejaron Halloween, orinen, pintarrajeen o destruyan los árboles y palmeras de la Plaza de Armas, porque estamos a un día del inicio del XIII Congreso Mundial de Ciudades Patrimonio.

Misma ama de casa que acaba de encerar el piso de su vivienda y obliga a los hijos a que caminen de puntitas para evitar que manchen el parqué. Es decir, ahora que tiene ad portas un evento de magnitud e importancia para Arequipa, recién se preocupa por maquillar la ciudad para que los visitantes digan: “Qué linda ciudad, sin ambulantes, sin papeles en las calles, sin combis y taxis en el Centro Histórico”. Incluso ha colocado maceteros en medio de la calle frente a la municipalidad, como si se tratara de llenar los espacios a como dé lugar para que, según su gusto huachafo, la ciudad se vea “más bonita”.

No debemos arreglar, pintar y limpiar la ciudad solo porque tenemos visita, escondiendo la basura bajo la alfombra, y advertirle a la gente que se porte bien y que ponga su mejor cara para recibir a los visitantes, sino liderar el cambio como parte del trabajo diario. Al parecer, la improvisación con que se ha manejado la organización de este importante evento ha sido una constante y sería una pena que este reto, del que sabíamos hace más de un año, termine siendo una vergüenza internacional.