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La llegada de Gerardo Viñas Dioses a Lima representa el final de una serie de golpes asestados por el Poder Judicial a, todo indica, delincuentes de saco y corbata que se habían asentado en los gobiernos regionales y convertido en reyezuelos sin control, hombres de poderes omnímodos y abusadores insaciables del dinero público. La lista empezó con Klever Meléndez (Pasco) y siguió con César Álvarez (Áncash) y Gregorio Santos (Cajamarca), pero en el interín cayeron, en parte por sus nexos con este tipo de regímenes, Rodolfo Orellana y Martín Belaunde Lossio. Además, en esas mismas andanzas fueron sorprendidos -y apresados- el exalcalde de Chimbote Luis Arroyo Rojas y su homólogo de Chiclayo, Roberto Torres. En Loreto, Yván Vásquez aún la libra, pero como en todos los demás casos, la justicia podría tardar pero llegará.

A tal punto era el interés por lo estrafalario y tanto había carcomido la angurria del poder a estos individuos que Álvarez llamaba “Primera Dama” a su esposa y las comitivas de sus traslados nada tenían que envidiarle a la del presidente de la República. Las cifras del dinero ilícito que rodean a Viñas superan los S/100 millones y el fiscal ha pedido 24 años de cárcel para él. Estos montos, no obstante, son mínimos comparados con el desfalco obsceno y la grosera organización criminal que lideró Álvarez. Todos estos casos tendrían que constituir un necesario elemento de análisis para el nuevo Ministerio de Apoyo a las Regiones (o Ministerio de la Descentralización) que piensa implementar PPK.