El año pasado oímos a muchos analistas decir que Perú Libre estaba poniendo en marcha un plan para entornillarse en el poder y tomar control de todo el país. Este plan pasaría –lógicamente– por asentarse en la presidencia y luego arrancar con el país en las elecciones regionales y municipales, propagando el apoyo de su propuesta de una Asamblea Constituyente.

Hoy, nada parece más alejado de la realidad. Perú Libre no ganó ni una sola gobernación regional y su candidato en la ciudad de Lima obtuvo solo 1.2% de los votos. Claramente el escenario apocalíptico de una izquierda todopoderosa que tomase progresivamente el control del país, se quedó corto. Los protagonistas no estuvieron a la altura. Lo único que tiene Perú Libre es suficiente presencia en el Legislativo como para asegurar que el presidente Castillo se mantenga en el poder. Nada más. Ninguna capacidad de “tomar” el país ni mucho menos.

La organización política que ha demostrado que sigue siendo relevante (a pesar de constantes desaciertos y escándalos mediáticos) es Alianza para el Progreso. El partido de Acuña ha demostrado nuevamente que tiene la capacidad de obtener resultados a nivel regional y en paralelo se mantiene como un actor clave en el plano Legislativo.

¿En dónde nos deja todo esto? En un contexto de clara debilidad institucional y poca predictibilidad. Básicamente, no sabemos qué organizaciones políticas seguirán siendo relevantes en unos años. Las elecciones del fin de semana son una señal clara de que urge fortalecer los partidos.