El gaslighting es una forma de violencia psicológica que mina la confianza en uno mismo. Conoce sus señales y cómo actuar frente a esta manipulación.
El gaslighting es una forma de violencia psicológica que mina la confianza en uno mismo. Conoce sus señales y cómo actuar frente a esta manipulación.

El gaslighting es una forma de manipulación emocional en la que una persona busca que dudes de tu propia percepción, memoria o criterio. Aunque el término parezca ajeno, es más común de lo que se cree y puede aparecer en relaciones de pareja, familiares, laborales e incluso de amistad.

“Su efecto es silencioso pero profundo: empiezas a cuestionarte constantemente, a sentir que ‘exageras’ y a perder confianza en ti mismo”, explica Alessandra Cifuentes, directora y psicóloga del Centro Psicológico Integral Libre.

Un ejemplo frecuente ocurre cuando alguien niega hechos evidentes, minimiza emociones con frases como “estás muy sensible” o genera dudas sobre tu capacidad de decidir. Estas conductas pueden impactar seriamente en la autoestima y la salud emocional, sobre todo en etapas de desarrollo personal o profesional.

¿Qué hacer si sospechas que vives gaslighting?

  1. Valida tu experiencia interna. Escucha tus emociones y regístralas en un diario o notas de voz para identificar patrones. Herramientas como el mindfulness ayudan a reconectar con el presente y reconocer lo que realmente piensas y sientes.
  2. Construye redes de apoyo seguras. Conversar con familiares o amistades de confianza aporta perspectiva y respaldo. Basarse en valores como el respeto y la dignidad permite tomar decisiones firmes frente a vínculos dañinos.
  3. Busca ayuda profesional. La terapia psicológica brinda contención y estrategias para reforzar la autoconfianza y poner límites saludables.

La exposición prolongada al gaslighting puede dejar secuelas como baja autoestima, distorsión de la identidad o incluso traumas si se combina con otros tipos de violencia. “Toda persona merece relaciones en las que reciba validación, respeto y escucha”, concluye la psicóloga Cifuentes.