En medio de los crecientes casos de bullying en los colegios, una pregunta incómoda cobra fuerza entre padres de familia: ¿y si mi hijo es el agresor? Aunque comúnmente se enfoca el acoso escolar desde el lado de la víctima, reconocer que un menor puede estar ejerciendo violencia también es crucial para cortar el ciclo de daño.
“La mayoría de padres no imagina que su hijo podría estar acosando a otros, pero identificarlo a tiempo permite intervenir y prevenir consecuencias mayores para todos los involucrados”, señala María Elena Escuza, directora de Psicología de la Universidad Norbert Wiener.
¿Cómo identificar si un menor está ejerciendo acoso?
De acuerdo con Escuza, no hay una señal definitiva, pero ciertos comportamientos pueden alertar:
- Se jacta de dominar o intimidar a otros.
- Se involucra con frecuencia en peleas o conflictos.
- Muestra actitudes agresivas con compañeros o incluso con adultos.
- Evade responsabilidades o culpa a otros de sus actos.
- Tiene amistades que también practican el acoso.
- Manipula situaciones para perjudicar a otros o salirse con la suya.
- Se burla de los sentimientos ajenos o muestra indiferencia al daño causado.
¿Qué pueden hacer los padres?
La especialista propone actuar sin negar ni justificar la conducta:
- Establecer límites claros y explicar por qué el comportamiento no es aceptable.
- Fomentar la empatía, pidiendo que repare el daño de manera activa.
- Colaborar con el colegio, para trabajar de forma conjunta en la solución.
- Buscar ayuda profesional, tanto para el menor como para el entorno familiar.
- Supervisar sus relaciones e interacciones, incluyendo redes sociales.
- Escuchar sin juzgar, para facilitar el diálogo y el entendimiento de lo ocurrido.
¿Por qué un niño puede convertirse en agresor?
Las causas son múltiples: baja tolerancia a la frustración, impulsividad, falta de empatía o carencias en la crianza, como modelos de violencia, límites difusos o escasa comunicación. A esto se suman factores escolares y sociales, como la presión de grupo o entornos que normalizan la agresión.
“La intervención temprana y un enfoque que involucre a familia, escuela y comunidad es clave para frenar el acoso escolar”, enfatiza Escuza.
Un enfoque integral para una solución duradera
Detectar señales de alerta y actuar a tiempo permite no solo proteger a la víctima, sino también transformar al agresor. La violencia no es un rasgo definitivo, sino una conducta que puede cambiar con educación, límites, acompañamiento y afecto. La clave está en no mirar hacia otro lado.