Alejandro Toledo merece la cárcel, sin atenuantes. Pero quizás el mayor daño que le hizo al país, más allá de los delitos cometidos, sea el haber destruido la esperanza de muchos peruanos que vieron en él a uno de los suyos llegando al poder después de ayudar a recuperar la democracia con la famosa Marcha de los 4 Suyos.
Alejandro Toledo merece la cárcel, sin atenuantes. Pero quizás el mayor daño que le hizo al país, más allá de los delitos cometidos, sea el haber destruido la esperanza de muchos peruanos que vieron en él a uno de los suyos llegando al poder después de ayudar a recuperar la democracia con la famosa Marcha de los 4 Suyos.

El caso de Alejandro Toledo nos lleva de manera inevitable a reflexiones profundas sobre el país. Recordemos que Toledo surge porque justamente el país, de alguna forma, necesitaba un “héroe” para abrirse paso en una nueva etapa, luego de la caída del régimen dictatorial fujimorista, que terminó hundido en sus propias miasmas. Y Toledo, pues, reunía condiciones para dicho fin: era “cholo”, como buena parte de los peruanos, y había salido adelante pese a haber sido pobre en su tierra Cabana. Visto así, era como un cuento de hadas.

Por supuesto, en esa época los peruanos desconocíamos el tipo de calaña que era en realidad Alejandro Toledo. Sin embargo, en la campaña que lo llevaría a ganar las elecciones presidenciales, hubo una revelación que debió darnos una clarinada de alerta: el caso de Zaraí, la hija que negó. Un hombre que niega su paternidad, y que encima miente sobre ello, es capaz de muchas cosas terribles, sin ninguna duda. Ahora lo deberíamos saber aún más.

Y después, ya como presidente, comprobamos que la mitomanía era moneda corriente en él.

Las confesiones de Jorge Barata por el caso Odebrecht nos revelaron la verdadera catadura moral de Toledo, quien deshonró el cargo de presidente, arregló con los brasileños un pago de $ 35 millones por la adjudicación de la obra de la Carretera Interoceánica, y que incluso no tuvo reparo en cobrarle la millonaria coima a Barata con una exigencia desvergonzada (“¡Paga, carajo!”).

Alejandro Toledo merece la cárcel, sin atenuantes. Pero quizás el mayor daño que le hizo al país, más allá de los delitos cometidos, sea el haber destruido la esperanza de muchos peruanos que vieron en él a uno de los suyos llegando al poder después de ayudar a recuperar la democracia con la famosa Marcha de los 4 Suyos. Terminó siendo igual o peor que los que dijo combatir. Y hoy que la gente cree cada vez menos en los políticos, lo de Toledo reviste una situación clamorosa. Lo que pasó, el gran chasco en que devino, todo ello ha causado un daño muy, muy terrible para la democracia y la política nacional.

TAGS RELACIONADOS