Lo que comenzó como un homenaje al recuerdo de una abuela, hoy es una cadena reconocida en varios distritos de Lima. La Pollerona cumple 10 años llevando a la mesa el sabor del pollo a la leña con identidad andina, nacido en el corazón de El Agustino y expandido con cariño por los conos de la ciudad.
La historia de esta marca empieza en Huancayo, en la cocina de Albertina, una mujer del distrito de Tocas que cocinaba con pasión y amor. Su nieto, Javier Lizarzaburu, junto a otros dos socios familiares, decidió transformar ese recuerdo en una propuesta gastronómica auténtica. “Albertina cocinaba con tanto amor que decidimos compartir ese sentimiento con más personas”, cuenta Javier, hoy Gerente General Adjunto de La Pollerona.
El primer local abrió en El Agustino, y el crecimiento fue tan constante como el cariño del público. Actualmente, La Pollerona cuenta con nueve locales en Lima, ubicados en San Juan de Lurigancho, Los Olivos, Manchay, Ate, Santa Anita, entre otros distritos. Y aunque cada uno tiene su propio ambiente, todos conservan una misma esencia: cocinar como un acto de amor.
El nombre del negocio también es un tributo. “La pollera representa la identidad andina. Llamarnos La Pollerona fue nuestra forma de decirle a Albertina: tu legado vive aquí”, explica Javier. Y ese legado se expresa en cada plato: desde el clásico pollo a la leña con ese toque ahumado que recuerda a las cocinas tradicionales, hasta costillas, carnes a la parrilla, saltados criollos y otras recetas caseras que se han ido sumando a la carta.

Lo que más destaca el equipo de La Pollerona es que, más allá de la comida, ofrecen una experiencia. “La gente vuelve porque se siente en casa. Se come rico, se atiende con amabilidad y se recuerda a la familia”, señalan. En un sector competitivo, su apuesta ha sido mantenerse fiel a su historia, a sus raíces y a ese “sabor auténtico” que no negocian.
Con una comunidad creciente en redes sociales y un sitio web para pedidos en línea, La Pollerona también ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos sin perder el corazón que los impulsó. Desde los márgenes de Lima, esta empresa familiar demuestra que cuando se cocina con identidad, visión y pasión, el éxito llega como resultado natural.