Un poco de paciencia
Un poco de paciencia

Octubre es un mes de tradición. El “mes morado”, como se le conoce localmente, llega con ansias de turrón, postre que esperamos año tras año, soñando con miel de chancaca y grageas. Quienes van siempre a visitar al Señor de los Milagros relacionan esta fecha no solo con este delicioso postre, sino también con anticuchos, choncholí y demás manjares que se venden en las calles donde se festeja esta fiesta religiosa.

Luego sigue Navidad, una época en la que todos pensamos en pavo, puré de manzana, jamón glaseado y sobre todo panetón y chocolate caliente (algo que aún no entiendo, con el calor y tomar bebidas calientes es extraño). Me acuerdo cuando era pequeña y mi abuela llenaba la cocina de queques de Navidad llenos de frutos, que mandaba de regalo a todos sus conocidos. Sabías que las fiestas estaban cerca cuando no podías entrar a la cocina, porque todo el mes se gestionaba los preparativos de tan ansiado día.

Tiempos de inmediatez

Hay un sinfín de tradiciones y un sinnúmero de platos y postres que están relacionados a aquellos días especiales. Platos que nos traen recuerdos, nos emocionan y evocan momentos llenos de alegría. Hoy por hoy, por nuestra ansiedad, han perdido en muchos casos la emoción, o incluso su temporalidad. Tales son los casos del turrón de Doña Pepa o el panetón, por mencionar algunos. Actualmente podemos encontrarlos todo el año, en cualquier versión comercial y matar el antojo en dos segundos.

Pasa lo mismo con las frutas y verduras. Antes se esperaba todo el año para que llegue el verano y disfrutar los mangos, sandías y demás. Pero hoy siempre están a nuestro alcance y no generalmente en su mejor versión. No es lo mismo comer un alimento en su mejor momento, que madurado para alguna ocasión. Por eso nos quejamos que las paltas no están buenas en el supermercado, por el contrario, se ven fibrosas y negras o el choclo está arenoso y duro.

En cocina, la paciencia es una de las grandes virtudes que uno debe tener. Es lo primero que les digo a mis hijos cuando quieren todo para “ahorita”… ¡Paciencia!

Paciencia para cocinar un guiso las dos horas que lo requiere y que la carne se deshaga; paciencia para preparar un bizcocho y verlo crecer en el horno soñando con comer ese primer pedazo calientito. Paciencia que en un par de meses los pejerreyes (pescado favorito de mi hija) van a llegar más grandes y sabrosos. Paciencia para que las paltas se cosechen cremosas y sin fibras; paciencia que llega octubre y van a comer su turrón favorito, que solo se encuentra ese mes. Paciencia que viene Navidad y ya huele a panetón.

En estas épocas de rapidez, tener capacidad de espera es a veces lo que más necesitamos.

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