​Batman vs. Superman: El origen de la justicia
​Batman vs. Superman: El origen de la justicia

El producto ha sido cuidadosamente planificado. Hace tres años el realizador Zack Snyder renovó la franquicia de Superman, el famoso superhéroe de DC Comics, con una recargada cinta protagonizada por Henry Cavill en el rol principal. Ahora el mismo cineasta se ha encargado de la obligada secuela, “Batman vs. Superman: El origen de la justicia” (Batman v Superman: Dawn of justice), que estelarizan Cavill -nuevamente como el hombre de acero- y el discutido Ben Affleck en el papel del enmascarado de Ciudad Gótica.

La historia actual prepara el terreno para la siguiente película de la saga, que se llamará “La Liga de la Justicia” y se hará en dos partes, una práctica recurrente en el Hollywood de hoy destinada a que los dividendos sean mucho más jugosos a costa de un público cada vez menos exigente. La aventura se antoja complicada para ambos superhéroes y busca enfrentarlos en medio de una crisis en que la opinión pública no decide cuál es realmente el paladín de la justicia que necesitan.

Batman y Superman asumen entonces una extraña rivalidad que se plantea como una contienda territorial. Situación que se torna áun más peligrosa debido a la presencia del psicótico Lex Luthor (Jesse Eisenberg), un joven y ambicioso magnate que se las ingenia para poner en jaque a la humanidad. En este mismo contexto, el hombre de acero debe sobrellevar la relación sentimental que sostiene con la periodista Luisa Lane (Amy Adams).

EXCESIVO METRAJE. Snyder, no precisamente el realizador más idóneo para hacerse cargo de este filme, del anterior y de los dos siguientes proyectos de la saga, desarrolla su puesta en escena de manera más o menos similar a la cinta de 2013. Abusa de los efectos visuales y del uso de la música, recarga hasta el límite de lo soportable las secuencias de acción y se demora demasiado en sumergir a los espectadores en el meollo de la aventura. Son dos horas y media de metraje al que, ciertamente, le sobran por lo menos 30 minutos o quizás más.

Sin embargo, la excesiva duración y la grandilocuencia no son los únicos problemas de esta aparatosa superproducción. Un cierto desorden -por no llamarlo caos- se apodera también de la narración, que por momentos se percibe errática y confusa (las muy fugaces apariciones de superhéroes como Flash y Aquaman lo evidencian). La exagerada caracterización de Jesse Eisenberg como el malvado Lex Luthor no aporta absolutamente nada al relato (Gene Hackman y Kevin Spacey lo hicieron mejor). Incluso, la bella Gal Gadot luce desperdiciada en la piel de la Mujer Maravilla, obvio nexo con la aventura siguiente.

Muchos se preguntarán: ¿quién está mejor, Batman o Superman? Al final, importa poco si Affleck o Cavill se muestran convincentes o no en sus respectivos personajes. La extrema pomposidad con que Snyder asume la realización de esta secuela la afecta profundamente, dejando tan escaso espacio para el humor que cuando lo intenta ya no le funciona. La única escena divertida es aquella en que Luisa Lane, sumergida en la tina de baño, logra que Clark Kent/Superman la acompañe.

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