Por: Javier Masias ()

En tiempos en los que la cocina da fama automática y muchas veces inmerecida, es refrescante toparse con huariques como los de antes, que se ocupan de ofrecer productos frescos, algunos platos excelentes y una experiencia única. Este es el caso de Chicho, una pequeña cebichería justo arriba del club Regatas. Empezó hace tiempo con unas esteritas unas cuadras más abajo, pero hace unos años se mudaron al lado del vía crucis del Morro Solar, a uno de los márgenes del peligroso e histórico barrio de Alto Perú. No hay carta, pero una pizarra da cuenta de todo lo que cabría esperar en un espacio como este: cebiches, arroces, sudados, frituras, sopas y el repertorio habitual de mariscos -“tenemos todo menos camarones porque están en veda”-, me explica el dueño, presumo que sin saber que soy periodista. La pizarra no consigna los precios, así que pueden variar según la fecha de la visita, por más que en la boleta hacen un descargo oscilante y minucioso de cuánto vale cada cosa cada vez.

Por un sudado de cabrilla me ha tocado pagar 35 y 40 soles. Por un picante de mariscos, treinta. Una vez me cobraron veinte por un cebiche generoso y en otra ocasión treinta por el mismo plato, aún mejor servido. La jalea de pescado, abundante, parece valer cuarenta, pero no tengo idea de si es así siempre. Normalmente llego y le digo, “tráigame este y aquel plato, y considere que somos tres y tenemos hambre. No creo que pidamos nada más”. Tomamos unas cervezas y la cuenta sale noventa soles con propina. A veces seguimos siendo tres y pedimos lo mismo y dos platos diferentes más, lo que puede costar 120 o 150. Chicho se hace cargo y cobra al final. Punto.

Cuando le pregunto por qué varía los precios, me dice que el mar no da siempre igual, que a veces el pescado viene más grande y no te lo puede vender a un precio fijo, o que no hay tanto y que ha subido el costo. Me gustaría que escribiera sus precios todos los días en la pizarra solo para tener la certeza de que no me están cobrando según lo que aparento -una práctica horrorosa que subsiste y que debe desaparecer-, pero por la calidad de la experiencia, me banco el asunto y opto por creerle en silencio. A fin de cuentas, uno considera las variables: el pescado es fresquísimo, por lo general mucho más que en la mayoría de establecimientos similares o de más fama en los cercanos vecindarios de Miraflores y Barranco; la vista, si uno llega temprano y se asegura la mesita que da a la bahía de Lima, puede dar relativo deleite; y la experiencia de visitar un local de comidas todavía secreto para muchos en un barrio tan legendario como este es única para el espíritu aventurero, siempre que uno tome sus precauciones y escale por la calle Choquehuanca y no por las otras callecitas de Alto Perú, mucho más inseguras. A pesar de que los precios no se consignan de manera visible para todos los comensales, todas estas variables hacen que parezcan una ganga.

Eso sí, hay que saber pedir. En mi caso no he tenido suerte nunca con los mariscos que llegan siempre en desiguales puntos de cocción. Tampoco con los arroces que a veces se les pasan un poquito. Creo que el menú que garantiza una experiencia perfecta es cebiche, chicharrón o jalea -en este caso la cebolla es excesiva, nada que no pueda arreglar el comensal al armar el bocado-, todos de pescado siempre, y un bicho entero, ya sea sudado o frito. A veces tienen corvina, a veces cabrilla. No es raro que propongan chita, pero evito comerla porque es una especie muy amenazada por la sobrepesca. Mi recomendación es que le pregunte siempre a Chicho qué hay ese día porque los demás, si bien son cálidos y cercanos, simplemente no saben y se inventan la respuesta.

Para tomar nunca pida chilcanos, pues los hacen con pisco Vargas. Más bien, pida chicha o un par de chelitas -y otro, y otro…- y preste atención a la música, normalmente salsa, son o una que otra gracia tropical más, tan exquisita como el puñado de platos que mejor les salen. Y déjese llevar por una tarde deliciosa.

Cevichería Chicho. Calle Ponciano Choquehuanca 129, Chorrillos. Tlf. 980 621 844. Atienden todos los días desde las 10h00 hasta las 17h00 o 18h00.

Una cosa más: Astrid & Gastón Casa Moreyra ha tenido la gentileza de invitarme este miércoles 4 a una noche de coctelería inventada especialmente para la ocasión. Los cocteles han sido una creación conjunta con Aaron Díaz Olivos, inspirados en mis gustos, viajes y recuerdos. Estrenaremos uno basado en el primer gin Premium del Perú. Quienes sean lectores habituales de esta columna y tengan interés en pasar una noche simpática, pueden darse una vuelta desde las 19h00 por la barra del establecimiento.

Vino de la semana

Un toscano sencillo

Pomino bianco 2013 de Marchessi de Frescobaldi.

¿Busca un vino para aplacar el calor del verano cuyos méritos no descansen exclusivamente en su acidez? Dele una oportunidad a este atípico ejemplar toscano elaborado por Marchessi de Frescobaldi. Expresa aroma de flores, pera, manzana y ocasional maracuyá en un marco mineral muy refrescante. Es un vino tan fácil de entender como de tomar, y si bien carece de complejidad, por su ligereza acompaña muy bien vegetales –una ensalada, por ejemplo–, pescados con salsas de mantequilla, quizá salmón y mariscos con especias no muy pronunciadas. También puede funcionar como un aperitivo ligero. Disponible en Bottega Dasso y al teléfono 419 9100