La violencia extrema y la intolerancia son las características saltantes de los grupos terroristas que vienen socavando la tranquilidad internacional a la que tanto esfuerzo han dedicado los estados luego de las dos más grandes guerras del siglo XX.. El atentado en el semanario parisino Charlie Hebdo lo descubre sin cuestionamientos. La realidad es que el fenómeno terrorista se ha desatado en un accionar sin fronteras, que es lo más grave, buscando espacios vulnerables del mundo para sembrar la zozobra y el terror. Es muy importante distinguir el Islam como religión monoteísta, históricamente la tercera más importante en aparecer en la sociedad internacional en los últimos 2000 años, de los grupos extremistas o radicales que desnaturalizan la religión de Mahoma. Sería un error absoluto pensar que la religión que tiene a Mahoma como profeta máximo y a Alá por Dios supremo es un credo de violencia. Los más de 1500 millones de musulmanes que existen en el mundo son gentes de fe que profesan con enorme devoción esta religión surgida en el 632 d.C., a la muerte de Mahoma, en Arabia Saudí. El terrorismo hoy se ha camuflado en la religión haciendo el asunto más complejo. Europa misma se ha vuelto sumamente vulnerable. Los alrededores de París han sido ocupados por una creciente cantidad de musulmanes. Vive gente trabajadora que quiere salir adelante, pero también está plagado de individuos que no tienen rumbo ni proyecto conocido y que han estado más cerca del delito que de otra cosa. La seguridad de París ha puesto en el máximo nivel de alerta el plan Vigipirate y seguramente habrán en las próximas horas operativos en determinados barrios periféricos de la Ciudad Luz. No es un problema que Europa cuente con musulmanes, es un problema de fondo que no distinga a estos de los terroristas.