Los próximos eventos estacionales de lluvias ya se avecinan. Los primeros pulsos se están manifestando y para su pronóstico debemos poner un poco de orden y saber con qué contamos.

Los centros meteorológicos mundiales tienen la obligación de publicar mediante códigos propios información de sus estaciones de monitoreo. Esta es recopilada por grandes centros de asimilación de datos del mundo. Esta información es heterogénea y se ordena en tiempo y espacio para ponerla a disposición pública. Es actualizada cada seis horas, de modo que tenemos cuatro actualizaciones al día, desde la superficie hasta el tope de la atmósfera.

Nuestra espectacular geografía hace que las cuatro actualizaciones sean muy pocas para pronosticar de manera regional los diferentes eventos meteorológicos, por la rapidez de su formación. Un error común es no poder pronosticar eventos extremos, dado que la estadística que usamos tiende a lo normal y como en Lima no existen eventos extremos, descuidamos el resto del país.

Diferenciar una partícula higroscópica en suspensión, con respecto a su altura y cantidad, hace que estas gotitas de agua se puedan denominar neblina, llovizna, estratos, etc. Pero como físicamente las diferencias son muy pequeñas, el pronóstico en Lima es difícil o en todo caso muy caro en comparación a los daños que puedan originar.

La falta de data nacional para que alimente a los centros mundiales y a modelos nacionales, además de cometer el error de tender a sobreestimar el pronóstico, hace que los puntos más cercanos para pronosticar puedan no ser reales a escalas pequeñas, lo que necesitamos para tomar decisiones.

El trabajo del meteorólogo es utilizar diversas fuentes no solo haciendo un ciego procesamiento de números, sino también usando la experiencia de campo. Por ahora nos ayuda la tecnología internacional. La nacional está cerca. 

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