Reclamamos ideas y propuestas, que las campañas no sean un intercambio de agravios, de trampas para destruir al adversario o liquidar al enemigo, de canibalismo y palo encebado para que el más vivo, el más adinerado o el más inescrupuloso se haga del premio mayor y logre el escaño o la banda en el pecho. Se anuncia una campaña dura y nada constructiva, pero hay propuestas reclamadas por su ausencia en el discurso de Ollanta Humala ante el Congreso. Dos temas son insoslayables: la llamada inseguridad ciudadana, o más precisamente la criminalidad organizada que nos atormenta, y el crecimiento económico decreciente con consecuencias malignas en lo social a comenzar por el incremento del desempleo. Ningún candidato será bien aceptado si no nos entrega iniciativas concretas, desarrolladas y viables en ambos aspectos.

El derecho a la vida amenazado por la delincuencia que avanza. La gente expuesta al fantasma aterrador del asalto a mano armada, al ataque alevoso, al robo de lo poco o lo mucho, a las heridas o a la muerte. El terrorismo armado de los ochenta y noventa ha dejado paso al delincuencial que bloquea a la sociedad en sus reflejos defensivos. Y en la economía venimos de un buen manejo de la década pasada para aterrizar en una administración mediocre que aleja la inversión privada y deja de pintar al Perú como el país sorprendente y milagroso que fue. Ya se habla de shock social, de disminución de impuestos para incluir a la informalidad, pero no sabemos cómo se tratarán las inversiones mineras ni cómo se ampliará la base tributaria para lograr más ingresos que permitan las reformas urgentes, como la de la salud, por ejemplo.