La viruela del mono como se conoce a la viruela símica -denominación médica-  está causando intranquilidad en el mundo por su fase expansiva -Australia, Bélgica, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, España, Suecia, el Reino Unido y EE.UU.-, aunque realmente a ritmo lento si lo comparamos con el virus de la Covid-19 que terminó siendo calificado por la Organización Mundial de la Salud – OMS como pandémico.

El virus del mono no tiene esa condición y esto es muy importante para advertir y enfatizar para que no se crea en dimensiones como la del coronavirus. Para los extremistas podríamos haber entrado en una etapa de plagas y enfermedades de naturaleza apocalíptica que muestra un mundo dominado por las enfermedades y los conflictos como el de Rusia con Ucrania. Pero con los pies sobre la tierra lo que sí es cierto es que el mundo sigue experimentando la aparición de enfermedades que debido a la globalización terminan siendo explosivas en el globo.

Más allá de los cerca de 100 casos confirmados y otros 30 de naturaleza sospechosa, lo único real y concreto como exigencia preventiva -una circunstancia que no es asumida como una práctica permanente por los Estados-, es que los gobiernos deben dedicar gran parte de sus acciones a la adopción e implementación de políticas de salud para atenuar, mitigar o erradicar el flagelo que suelen causar las enfermedades en los pueblos sobre todo en los sectores más vulnerables que casi siempre son las poblaciones más pobres.

El mayor temor de la OMS y, de las Naciones Unidas en general, es que el aumento de casos siga trastocando la agenda de la normalidad social internacional y que sea declarada una pandemia que seguramente impactará en la conciencia colectiva de la humanidad. Es hora, entonces, de que los marcos comunitarios o bloques de naciones evalúen a priori y con prospectiva cualquier posibilidad para evitar la referida expansión de la enfermedad que fue hallada anclada en la condición de endémica en la parte central del continente africano.

Aunque no tiene el tamaño de contagio que la Covid-19, requiriéndose el contacto para contraerla, lo cierto es que, existiendo vacuna contra esta enfermedad, los políticos no deberían bajar la guardia y más bien seguir la misma actitud que la ciencia, es decir, pensando previsoramente.

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